martes, 9 de agosto de 2011

Sueños de inicios de agosto

Tres de la mañana y no puedo dormir.

La corriente perpetua, avalancha sin fin ni destino de pensamientos e ideas asalta incansable mi cerebro. Una tras otra pasan por mi cabeza, sin detenerse, angustias, miedos, recuerdos, planes pendientes y argumentos ideales para discusiones sin interlocutor ¿qué acaso no ven mis ojos cerrados? Sólo pido que se alejen unos segundos, los suficientes para entrar en ese misterioso estado de reposo corporal llamado sueño y entonces pueden regresar si quieren.

Supongo que sería una pesadilla, pero prefiero deformes imágenes fantásticas a los taladros firmes y reales que me entierro en el cráneo despierto.

De haber una relación directa entre lo que a la conciencia le ocupa justo antes de dormir y el subsiguiente sueño, la noche me pasaría rodeado de tortugas mordedoras dispuestas a matar por escaparse de su desdichada pocilga, en la que nadie cabe. Sería sacrificado en las pirámides de Tlatelolco y mi cuerpo rodaría por las escaleras, cuyo largo no importa porque nadie las ha visto. Me localizarían, gracias a Feisbuc, todos mis amiguitos del kinder, pero mi papá se negaría a escuchar mi voz nuevamente. And I love her sonaría desafinada una y otra vez, en piano, guitarra y voz.

Aunque de tanto divagar, podría llegar a soñar lo más aterrador: la ruptura de la selección natural. Stephen Gould y Darwin de cabeza, una clase de desequilibrio puntuado de la evolución que entrara en funcionamiento contra mí y mi abortada descendencia, llevándome al valle estancado...

Encuestas, encuestas por siempre, tesis incompletas, inalcanzables países de chiles, perro de las dos tortas: sin METRO ni el Info, sistemático rechazo de maestrías Neurofilosoficascognitivasdelacomunicacionfenomenológica, 289 entradas en El Libro de Manuel, no más picotazos, no más cigarros adulterados y, oh terrible suerte, octavo semestre de por vida.

Cuatro de la mañana y no puedo dormir. Tampoco sirve de nada escribir.