A la edad de 85 años no hay muchas cosas que me puedan mantener ocupado, mis huesos y articulaciones duelen, he trabajado por años y estoy desgastado, mis músculos flojos a veces no responden y la debilidad me agota, aun así prefiero estar despierto.
Hoy como todas las tardes me encuentro sentado en la plaza, en una banca bajo estos frondosos árboles que me brindan su apacible sombra cubriéndome así de los inclementes rayos del sol que queman mi piel, las aves cantan en los nidos que elaboran tan graciosamente en las ramas y hay un ambiente de paz y tranquilidad.
Así es mi vida, pasando el resto del día saludando a los vecinos, con aquellos que crecí pescando en el río, sembrando maíz en el campo, nadando en la presa; hoy ya no, ya no hay fuerzas, ni río, ni campo, ni presa.
Este día todo se einició tan apacible como siempre, pero algo extraño sucede de repente, el trinar de los pájaros cesa y el sonido del viento se opaca por un estruendo ensordecedor, la tierra debajo de mis pies comienza a abrirse, el temor invade mi cuerpo y mi mente, me levanto por el susto de mi apacible asiento.
Un grupo de hombres con chalecos color naranja y cascos de minero abren con taladros el piso de la plaza, no comprendo lo que sucede. De pronto los grandes árboles comienzan a caer, derribados por sierras eléctricas que manejan esos hombres que parecen sacados de alguna película de las que mi nieto me contaba, cuando vivía.
Instintivamente corro, sin saber cómo, llego hasta el banco en que siempre suelo pasar las tardes debajo de mi árbol favorito, aquel que planté hace 75 años cuando construimos esta plaza los de la comunidad, me interpongo entre el aparato eléctrico y él para impedir que lo mutilen, el hombre de casco continúa como si no le importase partirme en dos con tal de matar al ser vivo que defiendo, de pronto siento un jalón violento detrás, sosteniéndome de los hombros está el hombre vestido de negro, ahora veo que es un policía, me avienta al suelo gritando.
Quítese viejo, no se oponga a la modernización.
Aturdido no comprendo nada, el policía replica.
Son órdenes de El Señor Acalde, aléjese y evítenos problemas.
Me incorporo con toda la fuerza de mi voluntad pero no puedo impedir sentir la debilidad, una lágrima sale de mis ojos al voltear a mi alrededor, jóvenes y ancianos son golpeados por tratar de impedir lo que parece ser la destrucción de la plaza, el patrimonio del pueblo; volteo hacia presidencia municipal y su cúpula blanca me hace sentir más indefenso que nunca.
Alejandro Velazco
(El día 27 de julio de 2010 en la cabecera municipal de El Salto, Jalisco, inició sin aviso previo la “remodelación” de la plaza Benito Juárez, construida por los habitantes, con el pretexto de modernizar el municipio, fueron derribados decenas de árboles pasando por alto la normativa estatal de la SEMADES y sin ofrecer datos de cuántos árboles fueron derribados y el motivo por el cuál se hacía; pobladores que hicieron un campamento en el lugar fueron golpeados por policías municipales para que se continuarán los trabajos)
1 comentario:
Además les quedó horrible y mal hecha. Se parece a las obras de remodelación del centro de Guadalajara: con lozas que no embonaron, pedazos rotos y sin terminar, desniveles... hay unas como fuentes en el suelo que al parecer no funcionan y los poquitos árboles que quedaron no son más que palos con una decena de hojas.
Muy triste.
PD.- Trucha con las comas Alets.
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