viernes, 28 de enero de 2011

Armas y letras

Mural
Juan Villoro
28 Ene. 11

La loable iniciativa de transparentar los datos sobre la violencia ha permitido conocer de manera confiable una escabrosa realidad. Más de 34 mil muertos en cuatro años, saldo superior al de la guerra en Afganistán.

No es extraño que en un ambiente de deterioro la crispación se generalice. Si alguien critica la política de seguridad que produce tantas víctimas, otro comenta: "¿Y qué querías: que no se hiciera nada?".

La discusión entre Todo o Nada lleva al silencio. Criticar los accidentes en una carretera no invita a suspender los viajes, sino a mejorar la forma en que se hacen. El problema no es que se combata al narcotráfico, sino que no se obtengan mejores resultados.

No conocemos la solución porque no existe un remedio. A largo plazo, la salida del conflicto vendrá de los efectos combinados de la legalización regulada y paulatina de ciertas drogas, la investigación de redes de financiamiento y lavado de dinero, la detención de cómplices del narcotráfico en los tres poderes y en el mundo empresarial, y una más eficaz relación con Estados Unidos, donde el tráfico de drogas y armas opera con el suave fluir de lo institucional, sin cárteles ni capos conocidos.

En un contexto en el que tanto se discute sorprende que no se hayan atendido las variables educativas y culturales del tema. Los focos rojos están a la vista. El Presidente Calderón señaló que el país tiene siete millones de "ninis", jóvenes que no estudian ni trabajan. Tampoco tienen opciones deportivas, religiosas o culturales.

En 2010 México ocupó el último lugar en América Latina en recuperación de empleos. Al menos una generación carecerá de un horizonte laboral deseable. Su destino lógico es la inopia, acentuada por el alcohol, las drogas y la televisión.

Suiza tiene tantos habitantes como nosotros tenemos "ninis". Si contamos a los que tienen empleos o estudios temporales y carecen de futuro garantizado, podríamos llenar varios países escandinavos con mexicanos sin alternativas.

El problema es gravísimo por una razón adicional: hay otras opciones, todas ilegales. El narcotráfico no puede ser visto como un simple "Llamado del Mal"; para millones de jóvenes, representa la única opción concreta de obtener una mejoría económica instantánea, compartir códigos de pertenencia, asumir una identidad definida y elevar la autoestima. El hecho de que un sicario pueda morir pronto no siempre es un argumento disuasorio. El peligro -las intensidades de una vida breve- incluso pueden ser un aliciente. Además, queda la compensación de dejar una casa para la familia y haber disfrutado algo en un destino que se extendía al modo de un desierto.

Como señaló Antanas Mokus en su campaña a la presidencia de Colombia, combatir el crimen a través de la educación y de la ética es más tardado y costoso que combatirlo con las balas, pero se trata de la única solución definitiva.

Para reconstruir su tejido social, Colombia ha construido bibliotecas en sitios que se consideraban bastiones del hampa. Es el caso de la Biblioteca España, situada en uno de los barrios más bravos de Medellín, algo equivalente a edificar un inmenso centro cultural en Badiraguato, Sinaloa, meca del narcotráfico.

Disponemos de información sobre los municipios más conflictivos del país. Urge una cruzada cultural que los atienda y permita una recuperación social definitiva.

A largo plazo, la política de seguridad depende más de la Secretaría de Educación que de la Secretaría de la Defensa. Además, el Ejército no sólo necesita un armamento superior, sino capacitación en áreas que no se han tomado en cuenta (ética, antropología, historia, literatura). Sabemos que la mejor guerra es la que no se libra. Cuando se vuelve inevitable, el pacifismo consiste en ganarla sin quebrantar principios.

La educación sirve para prevenir el delito, pero también para combatirlo sin deponer la ética. En este sentido, la recuperación cultural del país no puede ser ajena al Ejército, que no sólo requiere de atención logística y económica.

En su discurso sobre las armas y las letras, Cervantes, escritor soldado, encomia la entrega del "mílite guerrero" por encima de la vida especulativa de quien renuncia a la acción. El fundador de la novela moderna conocía los límites de la imaginación y las urgencias de la práctica.

Un amigo expresaba hace poco: "Un joven que lee a Salgari no puede ser sicario". Se trata de una frase hermosa, que admite un matiz para no ser ingenua. Es cierto que no conocemos sicarios que hayan leído a Salgari, pero conocemos comandantes nazis que sí lo hicieron. No se trata de combatir en exclusiva con las armas ni en exclusiva con las letras. Digamos que leer dificulta ser sicario, pero sólo lo impide si la sociedad en su conjunto demuestra que ha leído.

No hay soluciones simples. Por eso es grave que las discrepancias lleven a la estéril dicotomía de Todo o Nada. Tenemos que ponernos de parte de una solución compleja.

La cultura no debe ser el privilegio de quienes "superaron" su circunstancia, sino la normalidad de quienes viven en ella.

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