estrategas, chequen y dejen sus comentarios.
Hay tres temas; el amor, la muerte y las moscas. Desde que el hombre existe, esas presencias lo han acompañado, ese temor, esas presencias lo han acompañado siempre. Traten otros los dos primeros. Yo me ocupo de las moscas, que son mejores que los hombres, pero no que las mujeres.
Augusto Monterroso
Movimiento Perpetuo
La claustrofobia de la mosca
Cosas extraordinarias pasan justo frente a nosotros. Y es aun más extraordinario que no las notemos. Una de ellas es la inagotable energía de las moscas, que se empeñan en chocar una y otra vez contra el cristal.
Fascinado con su obstinación, tuve la curiosidad de observar con detenimiento su conducta. Tal vez podría aprender de ellas.
Para situarnos en la perspectiva de la mosca, debemos tener en cuenta que las moscas se aburren con facilidad, y deben explorar nuevos horizontes. Llevan el nomadismo en el instinto. Para ellas, permanecer en un solo lugar es condenarse a morir de fastidio.
A primera vista, podríamos pensar que vagan por el aire sin rumbo fijo. Pero, si observamos con detenimiento, podremos descubrir que, lo que parece un vuelo ocioso, es en realidad un concienzudo estudio de los posibles obstáculos en su plan de fuga.
Valoran cada detalle del panorama, calculan la resistencia de los materiales y crean una ruta de escape.
Debo confesar que, a estas alturas de mi observación, mis impresiones me llevaron a concluir que las moscas son perezosas.
Es por eso que, una vez que han evaluado todas las rutas de escape, toman la más sencilla de las opciones: la ventana. Es sencilla desde su perspectiva, porque nunca toman en cuenta la posibilidad de que la ventana esté cerrada. Y no lo hacen porque, a pesar de poseer ojos compuestos por cientos de facetas sensibles a la luz individualmente, no son capaces de ver el cristal.
Entonces, una vez elegida la salida, emprende raudo vuelo hacia la ventana. Se acerca. Esta cerca, más cerca, aun más cerca, puede sentir la libertad…
¡BAM! Demasiado bueno para ser verdad. Ha pagado cara su pereza. Se ha estrellado contra el cristal.
Desconcertada y un poco aturdida, debe tomar asiento en el marco de la ventana y sobarse la cara. El golpe ha sido duro. Pero más duro aun fue el impacto a su mente. No cabe en su pequeño cerebro la idea de que existe una barrera que no puede ver, pero vaya que puede sentir.
Y lo intenta una y otra y otra vez. Y se desespera cada vez más. Se llena la cabeza de chichones y descalabros, pero no desiste en su deseo de libertad. Después de todo es mejor este suplicio que morir de aburrimiento.
Llegar a la conclusión de mi experimento me fue imposible. Mi altruismo fue más fuerte que mi espíritu científico. Tuve que doblar las manos ante la piedad y abrirle la ventana al remedo de mosca que quedaba después de cientos de cabezazos en el cristal.
Debo decir con toda franqueza que, aunque traté de ser objetivo en mis observaciones, se puede detectar en ellas maneras tendenciosas, por lo que dejo a consideración de cada uno de ustedes la veracidad de estos hechos.
Al fin y al cabo, aquel que dude, puede sacar sus propias conclusiones. Todo será cuestión de sentarse a esperar una mosca, despojarse de todo prejuicio, eliminar toda manifestación de escrúpulos, y observar detenidamente la claustrofobia de la mosca.
Elmer Homero Costelo (pechu pa los compas)
2 comentarios:
Enorme!!!!!
juarjuarjuar que grandeza de fulano, digno intento de sucesor del autor que inspiró el nombre esta página.
Lo único que me quedó de duda ante su maestral investigación.... las moscas de El Diente, ¿por qué se soban la cabeza, si no hay ventanas? Y comprobamos muy seriamente que se la soban, vaya que sí.
me quedo sin palabras!
maestro del bolígrafo, estamos a sus pies,
jajajaj
muy bueno, muy bueno; ahora sí, la siguiente investigación, propuesta por Chino, ¿las moscas que se soban los ojitos?
ahy esta de tarea!!
Alex
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