martes, 7 de septiembre de 2010

Nota Roja

Un reportero, por orgullo propio, odia a su corrector. Un corrector, por placer mundano, disfruta las fallas del reportero.

Omar García mostró su potencial desde que, tras regresar de una década de viaje por el sur de Chiapas, ingresó al Anulista, el único diario de corte anarquista con suficiente credibilidad en la competida plaza periodística de Guadalajara. Idealista sin llegar a ingenuo, arrojado sin llegar a imprudente, sorprendió a los editores con sus reportajes frescos, bien hilados y contrastados hasta el más mínimo detalle, tal y como aprendió en la facultad de Comunicación Pública de la Universidad de Guadalajara.

Era imposible no reconocerlo en medio de toda manifestación social, con su enorme cámara al hombro, su vieja gorra del CUCSH y sus 100 kilos de peso corriendo de un lado para otro. Sus ojos oscuros, bien enmarcados por ojeras indelebles, detectaban fácilmente detalles que los demás solían pasar por alto.

Una tarde de sábado, mientras bebía café azucarado y finalizaba su crónica sobre la última represión gubernamental, fue sorprendido por la gran sonrisa que pocas veces ofrecía Marinela Hernández, la directora general.

- Joven García, tengo el gusto de presentarle a José Toral, el nuevo corrector de su sección -dijo la mujer con su clásico tono formal.

- Omar García, un placer - murmuró distraídamente mientras alargaba su mano para saludar al nuevo compañero.

Enfundado en un traje negro, de complexión delgada, estatura media, con una prominente calva que contrastaba con el bigote grueso y rojo plantado en medio de su rostro, el corrector se apresuró a contestar:

- Igualmente. Más lleva acento.

Antes de que García pudiera reaccionar, José Toral continuó, apuntado a la hoja que se encontraba sobre el escritorio:

- Cuando se usa como adverbio comparativo que denota superioridad, "más" lleva tilde, a diferencia de la conjunción átona de sentido adversativo "mas".

- Como podrá ver -intervino Marinela dirigiéndose al periodista- el señor Toral está listo para comenzar a trabajar.

- Ya lo noté. Señor José Toral, agradezco su atención pero sé perfectamente cómo se utilizan los acentos. Ahora, si me permiten, debo terminar esta crónica.

La directora y el corrector se retiraron y prosiguieron con las presentaciones formales.

Cuando Omar García puso punto final a su trabajo, lo imprimió para llevarlo personalmente a Toral. Normalmente debería enviarlo por correo electrónico, pero quería ver la reacción del corrector cuando no tuviera nada qué corregir, pues había sido cuidadoso con los acentos. La oficina del nuevo estaba vacía, pero tomó asiento para esperar. Sobre el escritorio, junto a una escultura de lo que parecía ser una tortuga, se encontraban unas enormes tijeras de níquel plateado de cuarenta y cinco centímetros de longitud.

- Llevo diez años trabajando con ellas - exclamó Toral al entrar en la habitación y sorprender a García con la mirada perdida en el instrumento-. Me gusta trabajar con el viejo método. Esto es para mí, ¿no es así? El texto que escribía cuando nos presentaron.

- Así es, pero no se tome la molestia, ya hice el trabajo por usted.

- Entonces así será.

Apenas salió García, Toral comenzó a leer el texto. Las tijeras produjeron un agudo y raspante sonido al tiempo que cortaban de un sólo golpe todo un párrafo. Tomó un lápiz y corrigió varias frases redundantes, tachó los calificativos sensibleros y garabateó un nuevo y sarcástico titular.

El rostro de Omar García palideció al leer en el periódico recién impreso, aún con la tinta húmeda, su desgarrada prosa. Salió disparado a donde Toral, quien sonreía justamente al ver el resultado de su trabajo.

- ¡Desgraciado carnicero! -gritó García.
- ¡Poetizo de medio pelo! -contestó José Toral, alzando las tijeras amenazadoramente.
- ¿Poetizo? ¡Vete al infierno maldito periodista frustrado!

Si el editor de noticias y el jefe de información no los hubieran detenido, aquello hubiera terminado en algo más que gritos.

La directora Marinela creyó que podría sacar buen partido del enfrentamiento. Comenzó a picarle la cresta a Omar García para que realizara su trabajo cada vez mejor y a José Toral lo incitó a ser aún más escrupuloso. García pasaba horas refinando las metáforas, repasando frases en voz alta para evitar cacofonías, revisando la coherencia de todo el texto. Toral acudía a inmensos diccionarios y consultas en bases de datos especializadas en lingüística, a fin de localizar toda inconsistencia de sintaxis.

Tras varias semanas de tensas relaciones, gritos y un archivo de varios meses de trabajo misteriosamente desaparecido del cubículo de Omar García, el reportero pidió un par de días de vacaciones.

Al día siguiente, mientras Toral tomaba tranquilamente su desayuno en el comedor principal, rodeado por una veintena de compañeros de trabajo, se hizo presente García.

- ¡A ver si puedes cortar esto!- exclamó provocadoramente al tiempo que ponía sobre la mesa un manuscrito pequeño y las tijeras del corrector.

José Toral aceptó el reto con ojos centelleantes y una gran sonrisa; comenzó a tijeretear en el aire mientras desdoblaba el papel, dispuesto a eliminar hasta el error más mínimo.

Pero cuando Toral leyó lo que había escrito, perdió su sonrisa y volteó rápidamente hacia García, quien sacó un revólver y le disparó a bocajarro en el abdomen. Animado por un deseo de venganza, Toral empuñó las tijeras y las clavó de una sola estocada en el centro del pecho del reportero, cayendo los dos contrincantes muertos, en medio de la sala.

Arrugado en la mano de Toral, estaba el papel que decía lacónicamente:

"José Toral, 33 años, corrector del Anulista, fue muerto a tiros a las 10.30 de la mañana en el comedor del periódico por el reportero Omar García, de 31 años, quien, a su vez, fue muerto por el corrector por arma blanca."

La breve historia, que sólo necesitó un titular, redactado por la directora del diario, se publicó en la sección policíaca sin cambiar una sola palabra.

7 comentarios:

EL RAFA CHAFA dijo...

Níquel lleva acento, eso es de primaria.

EL RAFA CHAFA dijo...

Y me parece inverosímil que la directora no advirtiera que el nombre de su diario fue cambiado del "Anulista" al "Anarquista" en ésta crónica póstuma.

Fulano dijo...

Cierto, níquel lleva acento, de veras, que lo regresen a primaria.

José Toral dijo...

La vida de este par está a salvo sálo porque su servidor ya no puede hacer nada por cambiar su estatus a finados. Lo que sí puedo cambiar es un par de pequeñitos y minúsculos detalles del texto.

Cuídense, corregir la ortografía puede ser peligroso...

Sutano dijo...

Nada es minúsculo en un texto señor corrector, usted mejor que nadie lo debe saber.

Mejor ponga el acento y deje de amenazar, pos éste.

José Toral dijo...

Yo no debo saber nada porque mi abdomen está lleno de plomo.

Adiós.

(PD.- Sobre el acento, favor de volver a leer mi mensaje anterior)

Anónimo dijo...

Buenísimo :)