Lo que antes era el día del amor y la amistad, poco a poco se va volviendo un mes.Precacución:Corazones a la vista.
Me puse para ustedes de modo con la fecha que se aproxima y aprovecho a la vez para aproximarlos con este señor que me emociona e inquieta y que ya algunos conocemos y para los que no pues, vayanlo conociendo.
"Las vísperas galantes"
1 Antes el blues que el vals
No ha terminado enero y ya se escuchan los primeros comerciales. No podemos establecer hasta dónde la sola existencia de un día del amor y la amistad ayuda a los amigos y enamorados, y con alguna suerte a unos los convierte en otros, pero a todos nos consta que al mercado le cae del cielo tamaño mandamiento sentimental. Pues se presume que aquellos que aman, o que dispensan una amistad especial, no deberían dejar pasar una ocasión acaso ñoña y hueca, pero también marcada por una ola de cariñito teatral que enfatiza la muy probable soledad de quien no participa del festín. Es frecuente, por tanto, que quienes no consiguen celebrar San Valentín en compañía de su pareja ideal, escuchen un amargo y destemplado blues cada vez que un anuncio les recuerda la obligación moral de festejar aquello que más lamentan. El verdadero brete surge cuando, al cruzar la verja del noviazgo, descubre el interfecto que el día del amor y la amistad es todavía más duro para quienes se obligan a celebrarlo.
Definir al amor es lo bastante complicado para que el día en que se le celebra sea el más subjetivo del calendario. Una fecha marcada por tan auspiciosa connotación vale tanto para ser amable, generoso y encantador, como díscolo, posesivo y egocéntrico. En todo caso, quiere uno que el amor, dondequiera que esté, sea siquiera lo bastante profundo para vivir inmune a las frivolidades del calendario, pero hay que ver quién es el racional que consigue pasarse Navidad por donde el sol no brilla, y aun así brillar en sociedad. ¿Es acaso el amor tirano tan nefario que exige de sus súbditos un rito anual de sacrificio donde se le transforma en espectáculo y se le vulgariza al extremo de la caricatura? En cualquier caso, el amor necesita sobrevivir a la extorsión del mundo solitario. Pienso en esos pequeños chantajistas que van por la avenida cazando parejitas, con una rosa roja por estandarte. No bien se plantan firmes ante la cartera veloz de Romeo, su expresión y su arrojo lo dicen a las claras: no me compras… no la quieres.
2 Lo más raro es que exista
Uno de los esfuerzos más extenuantes para el enamorado oficial tiene que ver con ese triste compromiso de vivir a la altura de su personaje. Ser no sólo quien uno dijo que era; también quien se supone que es, amén del que ofreció que sería, todo en un solo bulto a nombre del amor. Demostrar el amor, ponerlo en escena; como si él mismo no se bastara solo para hacerse notar, siempre que está presente. Y ahí es donde tendría que doler, pues si a un sentimiento que se quiere espontáneo ha de dársele guión y ocasión expresos, no queda más salida que manufacturarlo, como a las cajas de chocolates en forma de corazón que a mitad de febrero lo simbolizan y se pelean por ser su prueba fehaciente. ¿Cuál sería el objeto de convocar a un sentimiento que ya se halla presente y deslumbra a cualquiera que lo mire?
Al amor se le pide toda suerte de dones y fortunas, asumiendo que son parte de su equipaje; se espera de él que pueda contra las tentaciones más deleitosas y sobreviva tanto a días de guardar como a la cotidianidad lenta y podrida; se le trata supersticiosamente, con el pretexto viejo de que no hay quien lo entienda; se le invoca con asco horrorizado si alguien osó esgrimir alguna razón práctica en su contra; se le envidia desde la dicha fingida del malamado con fama de filántropo; se le crucifica y se le cursifica, todo en un solo gesto ansioso de empatía. ¿Qué prueban todas estas coincidencias, sino la portentosa fuerza de un sentimiento que con cierta frecuencia logra sobrevivir a éstas y otras terroríficas expectativas?
3 Corazones en fila
Reviso el calendario y confirmo intenciones. De aquí a una semana el mundo va a poblarse de flores y chocolates, sería muy tarde ya para tocar el tema del amor en su día. Imposible encontrar a un demonio con tantas facultades ahí donde se le invoca con redundancia múltiple y se le cuelgan cientos de apodos ñoños en nombre de una celebración oficial. Quien conoce al amor sabe que no es en los escaparates, sino en los escondrijos donde mejor fermenta. ¿Y qué escondrijo sirve ya como tal cuando todas las madrigueras de alquiler están no sólo llenas, como asediadas por las filas de crédulos que sólo augurarán futuro promisorio al romance en curso si se ha cumplido con el coito consagratorio de San Valentín? ¿En el nombre de qué se le niega al amor, que es el autoritario de esta historia, el derecho a la casta inapetencia bajo tan enfadoso ambiente circundante? ¿Es que acaso no saben o imaginan sus beatos que el amor es un bicho veleidoso, huidizo y eventualmente malintencionado? ¿Alguien le compraría un coche usado al amor?
Se ha dicho que un mortal se sabe enamorado cuando, pasadas las postreras convulsiones de un arrumaco en curso, descubre que a su amante no le cambió la cara. Le gusta igual, y puede que hasta más. No sabe lo que siente pero ya advierte que supera al instinto, a saber si no ayuda a retorcerlo. En una de estas, el amor verdadero es aquel que consigue llegar indemne, o siquiera de pie, al día siguiente de su celebración. Ahora bien, ¿quién ha dicho que lo que hoy es verdadero está obligado a serlo mañana? Celebra uno al amor con la ilusión obtusa de atraparlo y ya no dejarlo ir, como si la ocasión alcanzara algún rango de bendición social, pues teóricamente no se quiere pasar un día así con cualquiera. ¿Un día así cómo, perdón? Pues así, especial. Un día así así, repleto de muy muy y de tan tan, cuyo arribo se anuncia desde fines de enero. Pobres enamorados. ¿Dónde van a esconderse, entre tanto?
xvelasco@mielnio.com
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