jueves, 5 de agosto de 2010

El Zanate

El Zanate

Para mi amigo José R. Toral.


Me constituí en ave. Los sonidos viajan varios metros, se trata de un grito que hacen con sus gargantas, unos lo emiten primero, después otros responden, y así hasta que no se sabe cómo inició aquel barullo; así, gritando, cantando y gorgojeando, dan pequeños saltitos con los que recorren todo el parque en busca de alimento, picoteando la tierra para sacar lombrices o insectos que sirvan de manjar.

Muchas veces hay disputas entre ellos, agitan sus alas y vuelan dirigiéndose hacia su virtual enemigo para amedrentar, la respuesta se da del mismo modo, hasta que alguno escapa vencido ante la fuerza del otro, sube a un árbol y, a veces, inicia una búsqueda de insectos en el tronco, no siendo carpintero desiste y baja de nuevo, pero a otro territorio.

Algunos no se buscan problemas y mejor se ponen a jugar, ¿cómo lo hacen?, no lo sé, los juegos muchas veces se parecen mucho a las riñas; así pasan sus días, buscando de comer, volando de un árbol a otro, de un parque a otro, por entre los edificios de la Gran Ciudad, parándose en los cables de electricidad para observar con esos ojos enormes, negros, que se pierden entre sus plumas, y que dan un brillo rojo.

Qué fácil sería ser un pájaro, dirían algunos; pero yo no lo creo así y por una(s) sencilla(s) razón(es): evolución, selección natural y esas cosas.

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Me encuentro en éste momento viendo un par de hermosos ejemplares de un ave negra cuyo plumaje brilla para darle un tono azulado, sus pequeñas patas de dinosaurio les llevan de un lado a otro.

El Zanate se infla, aparenta engordar momentáneamente, esponja sus plumas y grita, grita como nunca en su vida había gritado, hace giros con su cuerpo, una danza que no se llama danza y se dirige hacia su destino: La Reproducción.

Es ignorado, una y otra vez, debe esforzarse: hablar de sus intereses, de lo que le gusta y lo que tienen en común, lo bonita que Ella le parece, que sus ojos son hermosos, invitarla a salir, comprarle un helado, ir al cine, ayudarle incondicionalmente, claro, todo eso expresarlo con movimiento de alas y cánticos guturales, y con algunas modificaciones.

Mas Ella se retira otra vez, pero ahora no del todo, cada vez deja una brecha más corta entre su pretendiente y el punto al que Ella va; más y más recortada esa línea, comienza a ceder, El Zanate comienza a sentirse más motivado, sea por el instinto de conservación o porque de verdad la ha convencido con su elocuencia, El Zanate se encuentra feliz, y así lo demuestra.

Ella mueve sus alas indicando algo y deja, después de 2 horas de baile, que se acerque, se encuentran el uno al otro, el momento tan esperado para ambos y tan importante para toda la especie, ahora a sortear los obstáculos futuros. Criar a los pequeños, cuidarlos, alimentarlos y hacerlos aves de bien.
Absorto en las ideas que me da en ese momento la película que acabo de presenciar despierto y veo a mi alrededor historias similares, otras aves, otros Zanates, otros nidos, otros hijos, otros árboles, y un gato buscando presas.

Si el humano tuviera plumas, si tuviera alas y pudiese volar, si solo tuviera que cantar y danzar para encontrar el amor, ¿serían las cosas más fáciles?, yo nunca lo sabré, alguien más que lo indague.

Al final de participar de ésta trama concluí que nuestra inteligencia tiene algo de instinto, y su instinto algo de inteligencia.

Alejandro Velazco

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